Fernanda Muraira Puentes se une a la prestigiosa Alianza Juvenil por la Sostenibilidad (Ajuves), un honor que le permitirá compartir su valiosa perspectiva en la inminente COP 30 de la ONU. Este encuentro global, dedicado al crucial tema del Cambio Climático, se celebrará en la vibrante ciudad de Belém do Pará, Brasil, del 10 al 21 de noviembre.
La COP de este año representa un hito histórico, marcando el regreso de la cumbre a América Latina después de una década y volviendo a la región que la vio nacer. La elección de Belém, situada en el corazón de la Amazonía y en el territorio ancestral de los pueblos indígenas brasileños, otorga a la conferencia un significado adicional. Tras dos ediciones celebradas en naciones con fuerte dependencia del petróleo, el retorno a un país democrático y la estratégica ubicación de la COP 30 en Belém do Pará elevan las expectativas de un compromiso más ambicioso. Sin embargo, es imperativo reconocer que los gestos simbólicos, por conmovedores que sean, no bastan para alcanzar las metas urgentes que necesitamos para cumplir con el Acuerdo de París: limitar el calentamiento global a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales.
Durante décadas, la COP sobre cambio climático fue considerada un faro de esperanza para la acción climática global. Desde su origen en la Cumbre de Río de 1992, se concibió como el foro principal donde las naciones debían forjar políticas efectivas para combatir la crisis climática. No obstante, tres décadas de reuniones anuales, un aumento constante en el uso de combustibles fósiles y una escalada de desastres naturales y desigualdades ambientales, sugieren una ineficacia intrínseca en esta herramienta del multilateralismo. Las percepciones sobre la COP han evolucionado drásticamente, llevando a muchos activistas climáticos a explorar nuevas vías de movilización e incluso a expresar su descontento con el evento.
La COP 30 no ha estado exenta de controversia, con debates surgiendo desde finales de 2024. Se han planteado preocupaciones significativas, incluyendo la deforestación de la selva amazónica para la construcción de la Avenida Liberdade (Wells, 2025), los elevados costos de alojamiento para los participantes (Latinus, 2025), el historial de represión contra defensores del territorio en Pará (Lima et al, 2022) y la reciente legislación sobre licencias ambientales (Calle, 2025). Si bien la elección de Belém como sede en el epicentro amazónico es innegable, resulta crucial analizar los desafíos inherentes y su impacto directo en la lucha contra el cambio climático.
La estrategia de carácter marcadamente simbólico de la cumbre de Belém parece responder a intereses que trascienden la mera promoción de su ubicación. El intento de reformular la narrativa de la COP como un foro multilateral al servicio directo de las comunidades y sus territorios es un esfuerzo por recuperar la influencia que ha ido perdiendo. En esencia, se busca legitimar estos procesos multilaterales ante una crisis global en lugar de implementar las reformas estructurales necesarias y profundas.
Es importante señalar que esta crítica no tiene una intención destructiva. La COP, junto con otros foros multilaterales, constituye la piedra angular de la política ambiental internacional. Dado que la crisis climática es un desafío global, las soluciones deben, por necesidad, emanar de procesos de negociación a escala planetaria. El verdadero reto reside en descifrar, a través de las grietas en el discurso simbólico de la COP, cómo podemos transformarla en un mecanismo verdaderamente efectivo para abordar esta crisis existencial.

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