- ¿Quiénes son los héroes revolucionarios sepultados en el Monumento a la Revolución?
- Venustiano Carranza: El primer mártir revolucionario en reposar en el monumento
- Francisco I. Madero: La conciliación histórica en el Monumento a la Revolución
- Plutarco Elías Calles: El arquitecto del México posrevolucionario en el mausoleo
- Lázaro Cárdenas: El presidente que transformó el Monumento en un santuario revolucionario
- Francisco ‘Pancho’ Villa: El Centauro del Norte y su lugar en la historia del monumento
En el corazón de la Ciudad de México, específicamente en el vibrante barrio de Tabacalera, a un paso del emblemático Centro Histórico, se erige una estructura con una historia fascinante. Su origen se remonta a una ambiciosa visión arquitectónica que, aunque truncada, dio paso a un ícono nacional. El talentoso arquitecto francés Émile Bénard ideó un colosal palacio legislativo, concebido para ser uno de los más grandes y suntuosos del planeta, en los extensos terrenos que hoy definen esta importante zona de la capital.
Porfirio Díaz, con la mira puesta en centralizar el poder legislativo, soñaba con albergar en un solo recinto las Cámaras de Diputados y Senadores. En 1897, lanzó un concurso de arquitectura que atrajo a destacados profesionales, incluyendo a Adamo Boari. Aunque Boari no ganó este certamen, su legado arquitectónico florecería años después con el inicio de la construcción del Palacio de Bellas Artes. El proyecto del palacio legislativo recayó en Émile Bénard, y la colocación de la primera piedra, un acto simbólico, tuvo lugar a finales de septiembre de 1910.
Díaz tuvo el honor de poner la primera piedra, sin imaginar que, tan solo semanas después, el 20 de noviembre, el país se sumergiría en un levantamiento armado que culminaría con su exilio y transformaría profundamente el destino de México. La estructura parcialmente edificada del proyecto legislativo se convertiría, irónicamente, en un símbolo de la resiliencia y la transformación nacional: el imponente Monumento a la Revolución.
A lo largo de los turbulentos años del conflicto armado, la monumental estructura de acero, pensada originalmente como el armazón del palacio legislativo diseñado por Émile Bénard y soñado por Porfirio Díaz, adquirió un nuevo y trascendental propósito. Se destinó a convertirse en un monumento que honrara los ideales de la Revolución Mexicana y, a la vez, sirviera como mausoleo para algunas de sus figuras más prominentes. En un giro del destino que refleja la complejidad de sus orígenes, amigos y enemigos del pasado hoy comparten, en la quietud eterna, el espacio bajo sus imponentes columnas.
¿Quiénes son los héroes revolucionarios sepultados en el Monumento a la Revolución?
El ambicioso proyecto del Palacio Legislativo, concebido originalmente por Adamo Boari, jamás se materializó. El fin de la era porfiriana marcó el ocaso de esta iniciativa, dejando una imponente mole de acero en un terreno estratégico cerca del prestigioso Paseo de la Reforma. Fueron los gobiernos emanados de la Revolución quienes visionaron un nuevo destino para esta estructura. Según la destacada historiadora Bertha Hernández, la estructura tuvo un primer uso durante la administración de Álvaro Obregón, participando en las conmemoraciones del centenario de la consumación de la Independencia y albergando algunas de las primeras transmisiones radiofónicas del país. Sin embargo, fue bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas cuando el edificio comenzó a perfilarse con una función más definida y simbólica.
Años antes de que Cárdenas asumiera la primera magistratura, el visionario arquitecto Carlos Obregón Santacilia presentó al entonces presidente Abelardo L. Rodríguez una audaz propuesta para reimaginar el proyecto inacabado del palacio legislativo. Su visión consistía en reutilizar parte de la estructura existente para erigir un monumento que celebrara la épica gesta revolucionaria. Empleando materiales autóctonos como la cantera chiluca, la piedra volcánica oscura y el cobre para la cúpula, Santacilia revistió el esqueleto de acero, importado de Estados Unidos. Adoptó un distintivo estilo Art Decó, marcando una ruptura con el Neoclásico que se había previsto originalmente para la sede del poder legislativo.
La imponente obra del Monumento a la Revolución culminó en 1938, ya durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas. Su gobierno dictaminó que el monumento serviría como mausoleo, albergando los restos de figuras clave que encarnaran los ideales de la Revolución. No obstante, es importante señalar que no todas las personalidades más destacadas del movimiento revolucionario reposan en este lugar. La llegada de los restos de los ilustres personajes que hoy comparten este espacio no se dio de manera cronológica ni simultánea. Las decisiones detrás de cada traslado estuvieron motivadas por diversos factores, lo que ha resultado, paradójicamente, en que adversarios y aliados políticos de antaño compartan en la muerte el mismo recinto, un privilegio que en vida difícilmente hubieran concedido.
“Resulta muy interesante observar el proceso por el cual estos personajes llegan al Monumento y quién autoriza su traslado, ya que esto revela, por un lado, la construcción de instituciones; segundo, la edificación de una ideología revolucionaria al estilo del PRI; y tercero, como ajustes finales de cuentas una vez que las animosidades más fuertes han pasado”, expone la historiadora.

Venustiano Carranza: El primer mártir revolucionario en reposar en el monumento
Los primeros restos de un prominente héroe revolucionario en ser depositados en el recién inaugurado Monumento a la Revolución fueron los de Venustiano Carranza. Tras su trágico asesinato en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920, Carranza recibió sepultura en el Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México, donde permaneció durante dos décadas.
“Aunque Cárdenas impulsó la idea de que Carranza fuera el primer habitante de este mausoleo, por diversas circunstancias, quizás por estar más ocupado o inmerso en eventos como la expropiación petrolera, esto no fue una prioridad. Fue hasta 1941, en un contexto también peculiar, cuando Manuel Ávila Camacho dispuso el traslado de los restos de don Venustiano. Fueron exhumados del Panteón de Dolores, se les rindieron honores en el Senado de la República y posteriormente fueron inhumados en el Monumento a la Revolución. Él fue el primero, y tardaría un tiempo considerable antes de que algún otro de los actuales ocupantes llegara allí”, detalla Bertha Hernández.
Francisco I. Madero: La conciliación histórica en el Monumento a la Revolución
El cobarde asesinato de Francisco I. Madero, ocurrido en las inmediaciones de la cárcel de Lecumberri (hoy sede del Archivo General de la Nación, AGN) el 22 de febrero de 1913, marcó el sombrío desenlace de la Decena Trágica. Este crucial periodo, iniciado el día 9 del mismo mes, tenía como objetivo primordial derrocar al gobierno de Madero. En medio de un clima de intensa efervescencia política y social, su esposa, Sara Pérez de Madero, logró recuperar el cuerpo de su esposo. En condiciones de extrema precariedad y bajo constante persecución, apenas logró darle sepultura en el Panteón Francés de la Piedad. Tuvieron que transcurrir casi cinco décadas para que Madero recibiera el funeral y el reconocimiento que su figura histórica merecía en la Revolución Mexicana. Como acertadamente señala Bertha Hernández, la fecha del 20 de noviembre adquirió un profundo carácter simbólico a partir del Plan de San Luis, proclamado por Madero como llamado a las armas contra la dictadura de Porfirio Díaz.
Los restos del ilustre Francisco I. Madero fueron trasladados al Monumento a la Revolución en 1960, coincidiendo con la conmemoración del 50 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Fueron exhumados el 19 de noviembre de ese año y colocados en una urna. Pasaron la noche en la Cámara de Diputados, custodiados por valientes alumnos del Colegio Militar, evocando el mismo acompañamiento que estos estudiantes le brindaron al dirigirse al Palacio Nacional en febrero de 1913. Posteriormente, se le rindió un emotivo homenaje en el Senado de la República y, finalmente, sus restos fueron conducidos al Monumento a la Revolución.
“Y nuevamente es un gesto de conciliación, de recapitulación histórica, sumamente interesante. El encargado de depositar los restos en esa cripta es el presidente Adolfo López Mateos. Ese es el gran momento de esas conmemoraciones. Pero Adolfo López Mateos no está solo; lo acompañan nuevamente todos los presidentes vivos. Calles ya no está, pero sí Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Ruiz Cortínez. Y ellos, flanqueando a López Mateos, montan guardia ante los restos de Madero. Luego, las crónicas relatan que, visiblemente conmovido, López Mateos toma la urna y la deposita”, detalla la historiadora.
Plutarco Elías Calles: El arquitecto del México posrevolucionario en el mausoleo
En 1919, Plutarco Elías Calles desempeñó un papel crucial como ministro de Industria, Comercio y Trabajo bajo el gobierno de Venustiano Carranza. Sin embargo, en enero de 1920, dimitió a su cargo para unirse a la campaña presidencial de Álvaro Obregón, con quien Carranza mantenía marcadas discrepancias políticas. Pocos meses después, en abril, el influyente “grupo de los sonorenses”, compuesto por Obregón, Calles y Adolfo de la Huerta, proclamó el Plan de Agua Prieta, desconociendo así al gobierno de Carranza, quien fue asesinado en mayo del mismo año.
Posteriormente, en 1924, Plutarco Elías Calles fue electo Presidente de la República, cargo que ejerció con determinación hasta 1928. En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas ordenó el exilio de Calles a Estados Unidos debido a dolencias de salud. Permaneció en el extranjero hasta 1941, cuando el presidente Manuel Ávila Camacho extendió la invitación para su regreso a México. Durante sus últimos 5 años de vida, residió en su país natal. Falleció el 19 de octubre de 1945 y sus restos fueron sepultados inicialmente en el Panteón Civil de Dolores en la Ciudad de México. En 1969, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz dispuso el traslado de los restos de Plutarco Elías Calles al Monumento a la Revolución, reconociendo su legado.
“¿Qué se le está reconociendo? Se le está reconociendo como el fundador de una estructura política que ha impedido que continúen los enfrentamientos armados, que la Revolución haya dejado las armas para empezar a construir instituciones. Eso es lo que se reconoce a Calles”, señala Bertha Hernández.
Lázaro Cárdenas: El presidente que transformó el Monumento en un santuario revolucionario
El presidente que decretó la transformación del Monumento a la Revolución en un mausoleo dedicado a los héroes revolucionarios falleció debido a una insuficiencia hepática en la Ciudad de México, el 19 de octubre de 1970. Curiosamente, su fallecimiento ocurrió exactamente 25 años después que su influyente adversario político, Plutarco Elías Calles, con quien terminaría compartiendo el mismo espacio en el mausoleo.
“En todos estos casos, el Ejecutivo presenta una iniciativa a la Cámara de Diputados proponiendo la exhumación del personaje y su inhumación en el monumento. Y siempre son iniciativas aprobadas casi por unanimidad, pues se valida la idea, heredada del siglo XIX, del sepulcro de honor para quienes defienden la patria, lo cual no solo implica un sacrificio en el campo de batalla, sino también la construcción de una nación. Por lo tanto, don Lázaro ingresó rápidamente al Monumento a la Revolución. Falleció un 19 de octubre, y el 21 por la mañana, la iniciativa llegó a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores. Se votó con una celeridad asombrosa, y se procedió a inhumar a don Lázaro. Podríamos pensar que ahí concluye la cuestión. Pero el gran pendiente es Villa”, comenta Bertha Hernández.
Francisco ‘Pancho’ Villa: El Centauro del Norte y su lugar en la historia del monumento
Al examinar la lista de los distinguidos personajes que reposan en el Monumento a la Revolución, surge una interrogante natural: ¿por qué no se encuentran los restos de Emiliano Zapata, mientras que sí descansan los de Francisco “Pancho” Villa? A pesar de ser dos de las figuras más icónicas y emblemáticas de la gesta revolucionaria, la historiadora Bertha Hernández explica que Villa contó con un factor decisivo que Zapata no tuvo, y que fue crucial para la decisión de trasladar sus restos al Monumento a la Revolución: la defensa activa en el Senado de la República por parte del renombrado escritor Martín Luis Guzmán.
“Don Martín dirige su revista Tiempo, está a cargo de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito y es senador de la República. Desde su posición en el Senado, comienza a defender y promover la relevancia de Villa, siendo uno de los impulsores de la idea de trasladar los restos de Villa desde Parral, donde estaba enterrado, para depositarlos en el Monumento a la Revolución”.
Fue a finales de 1976 cuando un decreto presidencial emitido por Luis Echeverría ordenó la exhumación de los restos del legendario Centauro del Norte de su lugar de descanso en Parral, Chihuahua. Allí había sido sepultado en 1923 tras ser emboscado fatalmente mientras conducía su automóvil. El decreto dispuso su inhumación en el Monumento a la Revolución. Cabe destacar que este es el mismo lugar de descanso que comparten Venustiano Carranza y Plutarco Elías Calles, figuras a las que Villa combatió en vida. No obstante, sus restos fueron depositados en la misma columna que alberga la urna de Francisco I. Madero, a quien Villa, a pesar de las vicisitudes, siempre demostró lealtad.
“También se les rinden honores militares, se les homenajea en la Cámara de Diputados y luego se trasladan a la cripta. Son criptas separadas, pero él comparte la columna con Madero. En la misma columna donde está Madero, se encuentra Villa”, concluye Bertha Hernández.
OdL
aDB



