La flor perfecta para tu altar de muertos: cempasúchil, nube o terciopelo.

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El Día de Muertos, una de las tradiciones más entrañables de México, se engalana con costumbres, sabores y una explosión de color. En el corazón de esta festividad se encuentra el altar de muertos, concebido como un puente sagrado que acoge de vuelta a nuestros seres queridos. La esencia y los vivos tonos de las flores son elementos irremplazables en este ritual ancestral.

Si te encuentras diseñando tu altar de Día de Muertos, es natural que surjan preguntas: “¿El cempasúchil es la única flor permitida?” “¿Puedo incorporar otras especies?” La clave reside en la flor que resuena con el recuerdo de quien ya no está, y la tradición señala tres flores esenciales: el emblemático Cempasúchil, la delicada Nube y la vibrante flor de Terciopelo.

Es crucial reconocer que la elección de flores para altar puede variar significativamente entre regiones. Por ejemplo, en estados como Puebla, las ofrendas suelen destacar por sus tonos azul y blanco, a menudo representados por flores de estas tonalidades. En contraste, en algunas comunidades del sur, es más común la presencia de una profusión de frutas, aportando una paleta de sabores y colores.


El Profundo Simbolismo de las Flores en el Día de Muertos: Cempasúchil, Nube y Terciopelo

La flor de Nube, el radiante Cempasúchil y la flor de Terciopelo no entran en competencia; su propósito es complementarse, creando un altar de Día de Muertos que irradia misterio, pureza y un amor profundo. Elegir cualquiera de estas tres flores asegura una ofrenda firmemente arraigada en las ricas tradiciones mexicanas.

Cempasúchil: La Luminosa Guía de las Almas en su Viaje

El Cempasúchil, la flor protagonista de la ofrenda, despliega su vibrante color naranja. Su nombre, que evoca abundancia, y su tonalidad, comparada por los mexicas con los rayos solares, la convierten en un elemento celestial. Su potente aroma era la herramienta utilizada para guiar a las almas desde el Mictlán hasta el hogar. Por ello, es indispensable para trazar el icónico sendero de pétalos que conecta la entrada de la casa con el sagrado altar.


Flor de Terciopelo: Un Símbolo de Profundo Afecto y Devoción a los Difuntos

Conocida también como Mano de León o Cresta de Gallo, esta flor aporta riqueza visual y textura a la ofrenda. Su intenso tono púrpura se vincula en la cosmovisión prehispánica con la sangre y el sacrificio, evocando el eterno ciclo de la vida y la muerte. Se utiliza en la confección de coronas y para embellecer los recipientes del altar, simbolizando la devoción y el amor incondicional que la familia dedica a sus difuntos.


Flor de Nube: Encarnación de Pureza y Luminosidad en la Ofrenda

Esta delicada flor, también llamada Velo de Novia, con sus innumerables y diminutas flores blancas, crea un armonioso contraste con el naranja y el morado. La Nube simboliza la pureza, la serenidad y la inocencia. Es una elección especialmente conmovedora para honrar a los niños fallecidos, ya que su blanco inmaculado evoca la pureza de sus almas y añade un halo de luz espiritual al altar.


¿Qué Flores son Ideales para un Altar de Día de Muertos?

En realidad, no existen flores consideradas “incorrectas” o prohibidas para el Día de Muertos, siempre y cuando su uso se realice con respeto y profundo aprecio. El altar es una expresión íntima del amor familiar. Sin embargo, otras flores, dependiendo de las costumbres regionales, pueden complementar o incluso sustituir a nuestro trío principal.

En diversas zonas del centro y sur del país, es habitual ver Gladiolas, flores esbeltas y de gran presencia que simbolizan la conexión entre el plano terrenal y el espiritual. El Crisantemo, valorado por su durabilidad, es frecuente en los panteones, representando la permanencia de los recuerdos, y el Alhelí, en sus variaciones de morado, amarillo o blanco, encarna la apreciación de los bellos momentos vividos. Las tradiciones locales ejercen una gran influencia en la selección floral.

Las Consecuencias de Omitir el Cempasúchil en el Altar de Día de Muertos

Las flores no son meros elementos decorativos, sino pilares fundamentales de la ofrenda de Día de Muertos. La creencia popular subraya la potencia de la intención. No obstante, la sabiduría ancestral advierte que la ausencia de la flor de cempasúchil podría dificultar el camino de regreso de su ser querido, aumentando el riesgo de que se extravíe.

La flor de Cempasúchil, con su aroma inconfundible, actúa como una baliza olfativa esencial para que las almas encuentren su rumbo. Si esta guía se omite, se teme que el difunto pueda experimentar sentimientos de tristeza o desconexión, impidiéndole disfrutar plenamente de los alimentos y bebidas preparados con tanto cariño.

 

OdL

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