Residencia americana lista para habitar en México, cerrando un capítulo.

Ioseph
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Embajada de Estados Unidos en México: Un Ícono Arquitectónico y Diplomático en Paseo de la Reforma

La historia de la relación diplomática entre México y Estados Unidos está tejida con momentos cruciales, y la sede de la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México es, sin duda, uno de ellos. Situada en la prestigiosa avenida Paseo de la Reforma, esta imponente estructura ha sido testigo y protagonista de décadas de interacción bilateral, erigiéndose como un punto de encuentro fundamental para ambas naciones.

Un Nuevo Capítulo en la Capital Mexicana

El viernes 25 de mayo de 1951 marcó el inicio de una nueva era con la inauguración de las modernas instalaciones de la embajada. En una ceremonia que tuvo lugar en la esquina de Paseo de la Reforma y Lafragua, el Arzobispo de México, Luis María Martínez, bendijo el nuevo edificio. Este recinto, que según los archivos del periódico Excélsior representó una inversión de 18 millones de pesos, se convirtió en la nueva casa de la representación estadounidense, que hasta entonces desembolsaba cerca de 80 mil pesos mensuales por el alquiler de siete mil metros cuadrados.

Una Nueva Era Diplomática: La Llegada de Fulton Freeman

A principios de marzo de 1964, el panorama diplomático se preparaba para recibir a un nuevo embajador. Fulton Freeman, un diplomático con una sólida trayectoria, fue designado por el presidente Lyndon B. Johnson para liderar la embajada en México, sucediendo a Thomas Mann. La elección de Freeman subrayó la estrategia de la administración estadounidense por fortalecer los lazos políticos con México, en un contexto de cambios en la política interna de EE. UU. y su enfoque renovado en América Latina durante la Guerra Fría.

El 3 de abril de 1964, Freeman llegó a México, compartiendo su entusiasmo por regresar a un país donde había iniciado su carrera diplomática como vicecónsul de Washington entre 1939 y 1940. Tres días después, entregó sus cartas credenciales al presidente Adolfo López Mateos en Palacio Nacional, consolidando oficialmente su posición como el máximo representante diplomático estadounidense en México.

Durante su gestión, el embajador Freeman visitó el periódico Excélsior el 15 de abril de 1964. En su encuentro con Manuel Becerra Acosta, director general de la publicación, abordó temas de política internacional y destacó los esfuerzos conjuntos para combatir el analfabetismo.

Paralelamente, a pocos metros del icónico Ángel de la Independencia, sobre Paseo de la Reforma, se presentaba a la prensa la flamante sede de la Embajada de Estados Unidos. La construcción de este edificio, que se extendió por tres años y medio, tuvo un costo de 6.3 millones de dólares. Durante la visita guiada, se revelaron los detalles técnicos y el diseño arquitectónico vanguardista que caracterizaba al nuevo recinto.

La inauguración, inicialmente prevista para el 30 de mayo, se pospuso hasta junio debido a la imposibilidad de algunos invitados de Estados Unidos para viajar. El presidente López Mateos, acompañado por el Secretario de Relaciones Exteriores, José Gorostiza, y el embajador Freeman, recorrió las modernas instalaciones de la embajada, reconociendo su importancia para las relaciones bilaterales.

Consolidación de Relaciones y un Hogar Diplomático de Vanguardia

El 2 de junio de 1964, en medio de un efervescente escenario electoral mexicano, se develó la placa que marcaba la apertura oficial de la nueva sede de la Embajada de Estados Unidos en México. La ceremonia, presidida por el Canciller Gorostiza, el senador demócrata John McClellan y el embajador Freeman, reunió a más de 800 personalidades, incluyendo altos funcionarios del gobierno mexicano y una delegación especial de Washington.

Por parte de Excélsior, el director Manuel Becerra Acosta y su equipo asistieron al evento. Tras los discursos del senador McClellan, se entonaron los himnos nacionales de México y Estados Unidos, simbolizando el inicio de una nueva etapa en la relación binacional.

Previamente, la comitiva estadounidense rindió homenaje a la amistad entre ambas naciones con la colocación de un arreglo floral y la guardia de honor al pie de la columna del Ángel de la Independencia.

La nueva sede, apodada “la embajada flotante” por su innovador sistema de cimentación sobre pilotes de concreto armado, destacaba por sus lujosos acabados en mármol y madera. Su diseño fue concebido para cumplir con las más altas exigencias y atender eficientemente las necesidades consulares, comerciales, culturales y diplomáticas. Este complejo, pionero en su época, contaba con todas las facilidades operativas y empleaba a más de mil quinientos trabajadores a nivel nacional, de los cuales quinientos se desempeñaban en la Ciudad de México, según datos de Excélsior.

La Anécdota del Incendio: Un Desafío en la Construcción

Durante la fase de construcción, el edificio de la embajada, ubicado en el 505 de Paseo de la Reforma, fue víctima de un devastador incendio que destruyó el techo de la planta baja, dejando intacta su estructura de acero. Las pérdidas materiales se estimaron en 2 millones de pesos. El siniestro, originado por un cortocircuito en uno de los talleres de carpintería, requirió la intervención de los cuerpos de emergencia de la ciudad.

Fueron necesarias más de dos horas para controlar las llamas que amenazaban con consumir la que sería la sede de la representación estadounidense durante seis décadas. Este ciclo está a punto de concluir con la mudanza a una nueva sede en la zona de Polanco, marcando el fin de una era para este emblemático edificio en Paseo de la Reforma.

aDB

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