El misterio irlandés de las linternas de Halloween.

Ioseph
4 min. Lectura

Las calabazas de Halloween, con su brillo interior y luces parpadeantes, son el emblema de esta festividad, llenando hogares de misterio, terror y pura diversión. Pero, ¿cuál es el fascinante origen de esta icónica tradición?

Nuestra aventura comienza en el antiguo Samhain celta, una celebración ancestral que marcaba el fin de la cosecha y la gélida bienvenida al invierno. Los celtas creían que en la noche del 31 de octubre, las barreras entre nuestro mundo y el más allá se difuminaban, permitiendo el libre deambular de los espíritus de los difuntos.

Los sabios druidas, guías espirituales de los celtas, encendían fuegos sagrados y orquestaban ceremonias para proteger a la comunidad de estas presencias espectrales y augurar la prosperidad venidera. En su cosmovisión, algunas de estas almas errantes representaban un verdadero peligro.

Para ahuyentarlas o confundirlas, esculpían rostros aterradores en vegetales como nabos o remolachas, introduciendo velas en su interior. Estas rudimentarias lámparas actuaban como escudos protectores: guiaban a los vivos y mantenían a raya a las entidades malévolas.

El Origen Legendario del Jack-o’-Lantern

La intrigante historia del “jack-o’-lantern” hunde sus raíces en una célebre leyenda irlandesa protagonizada por un hombre llamado Jack. Este herrero, reconocido por su astucia y su notable avaricia, se convirtió en un ejemplo vívido de las consecuencias imprevistas de la picardía. Según el relato, Jack era un maestro del engaño, capaz de burlar incluso a las fuerzas demoníacas.


Una de las versiones más difundidas narra cómo Jack logró atrapar al diablo en múltiples ocasiones, utilizando ingeniosos trucos y pactando su liberación bajo condiciones muy concretas. Sin embargo, al final de sus días, Jack no encontró cabida ni en el cielo ni en el infierno, debido a su comportamiento pecaminoso y sus pactos diabólicos.

Se cuenta que, sentenciado a un eterno vagabundeo, el diablo le concedió a Jack un carbón incandescente para iluminar su sombrío camino. Jack lo colocó dentro de un nabo ahuecado, dando origen así al primer “jack-o’-lantern”. La imagen de la calabaza iluminada desde su interior se convirtió en el símbolo de Jack, el alma desterrada en su incansable errar. Esta costumbre, nacida en Irlanda, trascendió fronteras, ganando una popularidad inmensa, especialmente en Estados Unidos.

Al desembarcar en América en el siglo XIX, los inmigrantes irlandeses descubrieron que los nabos, tradicionalmente usados para sus linternas, no eran tan abundantes ni sencillos de tallar como las calabazas autóctonas. Estas últimas, de mayor tamaño y más dóciles, se adoptaron rápidamente como el vegetal por excelencia para esta tradición en plena evolución. De este modo, lo que comenzó como un ritual celta de protección contra lo sobrenatural se transformó en la vibrante y festiva práctica decorativa que hoy conocemos como Halloween.


El simbolismo de la calabaza tallada va mucho más allá de sus humildes orígenes populares. Con el paso del tiempo, estas linternas han acumulado significados diversos. Por un lado, son un lienzo para la creatividad y la expresión artística, permitiendo transformar cada calabaza en una obra de arte, desde caras terroríficas hasta diseños imaginativos. Por otro lado, fortalecen nuestro vínculo con la memoria ancestral y las tradiciones milenarias, recordándonos la importancia de honrar las creencias de nuestros antepasados y las narrativas que han tejido el tapiz de nuestra cultura.

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