Ofensiva Antinarcóticos de EE. UU. en Colombia: ¿Eficacia Real o Táctica Política?
La intensificación de las operaciones navales y aéreas de Estados Unidos en el Caribe y el Pacífico colombiano contra el narcotráfico colombiano plantea una cuestión fundamental: ¿cuál es el impacto tangible de estas fuerzas de tarea en el masivo flujo de narcóticos que se origina en el país sudamericano? Diversos expertos y fuentes locales en las principales regiones productoras de cocaína sugieren que la efectividad real de estas acciones es, cuanto menos, limitada.
La Implacable Economía Ilícita en Colombia
A pesar de la notable presencia militar, la economía vinculada al narcotráfico parece operar con una sorprendente resiliencia en zonas de conflicto críticas, como la frontera con Venezuela o el estratégico Cañón del Micay, en el suroeste de Colombia. Los testimonios de habitantes locales reflejan una percepción de escasa repercusión de la ofensiva estadounidense, a menudo vista como una estrategia de “espectáculo internacional” más que como una amenaza seria para sus operaciones ilícitas.
Un habitante de la región del Micay, quien ha logrado transicionar de cultivos ilícitos a la producción de café, comparte su perspectiva: “No se percibe que la gente esté preocupada… Los narcotraficantes actúan con indiferencia, lo ven más como un show internacional… que no afecta significativamente la economía ilícita.”
La Evolución de las Rutas del Narcotráfico Global
Laura Bonilla, una investigadora del centro de análisis Pares, especializado en el conflicto armado colombiano, es enfática al señalar que las operaciones desplegadas en el Caribe tienen un impacto prácticamente nulo sobre el narcotráfico. Su análisis indica que la logística del tráfico de drogas ha experimentado una transformación radical tras la pandemia. Actualmente, los grupos colombianos se centran en la producción y el control territorial, mientras que los cárteles internacionales asumen la responsabilidad de la adquisición y la distribución, utilizando predominantemente el Océano Pacífico como ruta principal.
Bonilla también cuestiona las afirmaciones del jefe del Pentágono, Pete Hegseth, respecto a la supuesta muerte de miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en un ataque a una embarcación. “Es una mentira total. Carece de lógica, porque el ELN no opera lanchas por el Caribe, ya que no es el dueño del negocio”, asegura la experta.
Por su parte, el presidente Gustavo Petro ha expresado su rotundo rechazo a la campaña militar estadounidense, argumentando que viola la soberanía de las aguas colombianas. Además, ha denunciado la trágica muerte de civiles inocentes, como el pescador Alejandro Carranza, quien, según el mandatario, no tenía vínculos con actividades ilegales.
Narcotráfico Moderno: Un Desafío Global
La época de los grandes capos de la droga, como Pablo Escobar, ha quedado atrás. El panorama actual se caracteriza por la presencia de narcotraficantes de menor perfil, mucho más elusivos y difíciles de rastrear. Países como Ecuador y Perú, con acceso estratégico al Océano Pacífico, se han consolidado como nuevos centros logísticos para la distribución de narcóticos, registrando un alarmante incremento de la violencia. El gobierno ecuatoriano estima que el 70% de la cocaína que se comercializa a nivel mundial sale de sus puertos.
Más Allá de las Drogas: Intereses Geopolíticos y Estratégicos
Los análisis de expertos apuntan a que la concentración de fuerzas estadounidenses en el Caribe podría estar ligada a otros objetivos geopolíticos, como el ejercicio de presión sobre el gobierno venezolano. Asimismo, se subraya que el fentanilo, y no la cocaína, representa la droga de mayor letalidad en Estados Unidos, lo que sugiere un posible desvío de prioridades.
Desde una perspectiva política, se argumenta que estas operaciones buscan fortalecer la agenda interna del presidente estadounidense, especialmente en un contexto de crecientes protestas sociales. Juana Cabezas, investigadora de Indepaz, añade que estas acciones están diseñadas para ejercer influencia en América del Sur y, potencialmente, impactar las elecciones presidenciales de 2026 en Colombia, con la finalidad de debilitar la influencia de la izquierda en la región.
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aDB
