Intercambio vs. Diálogo

Ioseph
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Cada fecha del calendario está marcada por celebraciones significativas, desde el icónico Día del Libro el 23 de abril hasta el esencial Día Mundial del Medio Ambiente el 5 de junio. Sorprendentemente, el 30 de noviembre ha sido designado para honrar a una figura cada vez más influyente en nuestra sociedad digital: los influencers.

El Ascenso de los Creadores de Contenido Digital

El rol del influencer es una adición relativamente reciente al panorama mediático, emergiendo de la mano de plataformas pioneras para compartir imágenes y blogs. Su auge coincide con la rápida expansión de las redes sociales, un fenómeno impulsado por su accesibilidad y la diversidad de propósitos que satisfacen: desde fortalecer conexiones personales hasta mitigar el tráfico de información, pasando por la búsqueda de empleo y mucho más.

Aunque el número exacto de plataformas sociales es volátil, debido a su constante evolución y la proliferación de nichos específicos, es innegable que los creadores de contenido disponen de un abanico vasto y a menudo gratuito para expresar sus ideas y alcanzar a audiencias globales.

Responsabilidad y Veracidad en la Era Digital

La democratización de la creación y difusión de contenido plantea interrogantes cruciales. ¿Quién asume la responsabilidad de verificar la exactitud de la información compartida? Si bien la libertad de expresión es un pilar fundamental, incluso sus defensores reconocen límites, especialmente cuando el contenido atenta contra la dignidad humana.

Además, surge la pregunta sobre la primacía de la información veraz frente a la búsqueda de interacciones y recomendaciones basadas en lo más llamativo, placentero o incluso sensacionalista. Este artículo busca una reflexión profunda, no una crítica retrospectiva, pero sí reconoce que si los influencers hoy marcan tendencias en publicidad, noticias y cultura popular, es imperativo examinar críticamente la creación y el consumo de contenido.

Desafíos de la Creación de Contenido bajo Presión

Uno de los aspectos más preocupantes es la presión del mercado que obliga a los influencers a publicar de forma incesante para mantener su relevancia. La inmediatez de nuestra era digital exige una gratificación constante por parte de la audiencia, lo que impulsa a los creadores a generar un volumen abrumador de material. Esta urgencia puede derivar en una distorsión de la realidad, omitiendo la complejidad y profundidad de la experiencia humana.

Por ejemplo, encontramos perfiles que recurren a datos científicos o pseudocientíficos para simplificar alarmantemente la explicación o solución de trastornos alimentarios. Es moralmente inaceptable ofrecer consejos o soluciones sin considerar el contexto individual, las circunstancias previas, o reducir comportamientos complejos a meras explicaciones biológicas o físicas.

Relativismo y Ética en el Contenido Digital

Esto no significa que el contenido deba carecer de espontaneidad o intuición. Sin embargo, algunos comunicadores promueven un relativismo moral, adoptando la noción de que la verdad es meramente subjetiva. Impulsados por la necesidad de popularidad y rapidez, mezclan hechos con opiniones o evitan emitir juicios definitivos. Para no perder seguidores, algunos llegan a justificar comportamientos reprobables bajo el velo de la privacidad, normalizando situaciones alarmantes. El relativismo, en este contexto, empobrece las interacciones humanas.

Hacia una Comunicación Más Humana y Veraz

Nuestra intención no es censurar las redes sociales ni silenciar a los influencers. Buscamos fomentar una comunicación más humana, reconociendo que las relaciones interpersonales requieren un compromiso con la verdad para ser sostenibles, y evitando una “ética light” que eluda debates profundos.

El objetivo es mejorar la convivencia, un principio que resuena con la visión del filósofo Alejandro Llano sobre el humanismo cívico. Dada la evolución de la comunicación, es vital recuperar el diálogo racional: un intercambio de ideas enfocado en el conocimiento y el bienestar colectivo, y no en el poder, el mercado o la ideología.

Debemos recordar que ninguna persona es un mero objeto de monetización o de “me gusta”. Existen necesidades humanas fundamentales, como la empatía y la justicia, que trascienden los parámetros de las redes sociales. Las conversaciones de los influencers deberían aspirar a tener relevancia social, reconociendo que el bien común es trascendental para el ser humano, capaz de perfeccionar a todos los miembros de una comunidad.

Es crucial que las redes sociales sirvan como plataformas para el progreso humano, alejándose del individualismo y la negligencia de la dignidad. Aprovechemos este 30 de noviembre, Día del Influencer, para reflexionar críticamente sobre lo que consumimos y compartimos.

OdL

aDB

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