La aclamada soprano Nadine Sierra fue recibida con una entusiasta ovación en el Palacio de Bellas Artes, donde el público la despidió con aplausos prolongados y solicitudes de bises.
La artista estadounidense, acompañada al piano por el músico cubano Ángel Rodríguez, ofreció una actuación que trascendió géneros y fronteras, cautivando a una audiencia que no escatimó en muestras de fervor. La admiración desbordante del público fue un reflejo del talento de Sierra y de su estatus como figura internacional.
La velada comenzó con piezas de compositores como Gounod, Puccini y Donizetti, en las que Sierra demostró la pureza de su voz y la maestría técnica perfeccionada en recintos de prestigio como la Scala, el Metropolitan Opera y la Ópera de París. Sus interpretaciones de “Ah, je veux vivre” y “Chi il bel sogno di Doretta” destacaron por su combinación de frescura y precisión, mientras que “Sempre libera”, de Verdi, se erigió como uno de los momentos cumbre de la primera parte, ofreciendo una muestra de por qué es considerada una de las voces más influyentes del panorama lírico actual.
Después del intermedio, el repertorio adquirió un carácter más íntimo. Con interpretaciones de “Me llaman la primorosa” y “Estrellita”, del compositor mexicano Ponce, Sierra estableció una conexión palpable con la audiencia. La ovación fue unánime antes de que concluyera el programa principal con “Summertime”, de Gershwin, y “Engehno novo!”, de Braga. Como parte del encore, complació a los asistentes con “Bésame mucho”, “Cielito lindo” y “O mio babbino caro”.
A través de su canto, la soprano tejió un puente sonoro entre la herencia musical europea y la expresividad de las culturas americanas y mexicanas.
Crédito fotográfico: PALACIO DE BELLAS ARTES
MAAZ
