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Mi Odisea al País de Oz

IOSEPHUS
5 Lectura mins.

Existen narrativas que nos cautivan y otras que se arraigan tan profundamente en nuestro ser que parecen haber germinado junto a nosotros. Para mí, Wicked siempre ha representado un santuario, un faro de esperanza en un mundo que prefiere la uniformidad. Más allá de ser una simple pieza teatral, funcionó como una brújula para mi espíritu. Cada vez que resonaba su música, sentía una conexión íntima, particularmente en esos momentos donde la singularidad se percibía como un lastre, y no como la fortaleza que hoy reconozco: un don extraordinario.

Mi conexión con el universo de Oz no se forjó en una sala de espectáculos ni a través de un programa de mano. Nació en la pantalla de un televisor, entre las tramas emotivas de Glee. La lucha de Rachel y Kurt por interpretar “Defying Gravity” trascendió la ficción; eran ecos de almas que, al igual que yo, anhelaban proclamar al mundo su capacidad de alzar el vuelo, incluso sin haber recibido permiso. Fue entonces cuando surgió la pregunta que lo alteraría todo: ¿cuál es el origen de esta poderosa melodía?

Al quedar con esa inquietud tras finalizar Glee, YouTube se convirtió en mi particular camino hacia Oz. La imposibilidad de viajar a Broadway se veía suplida por la facilidad de un clic. Navegando entre ellos, descubrí la producción mexicana. La interpretación de Danna Paola como Elphaba fue un torbellino de emociones. Su versión de “No Good Deed” no era una simple interpretación; era una manifestación cruda de rabia, fragilidad y autenticidad, como si resonara desde un rincón de mi propia experiencia. A su lado, Ceci de la Cueva brillaba como una Glinda luminosa, vocalmente impecable y encantadora, cuya química con Danna era palpable incluso en los videos de menor calidad. Verlas unir sus voces en “For Good” tuvo un efecto catártico, provocando un ciclo de desintegración y reconstrucción que me llevaba a las lágrimas inevitablemente.

Y ahora, años después, la adaptación cinematográfica es una realidad. No es una quimera ni una aspiración remota; es tangible. Cada avance promocional me deja sin aliento, pues se siente como la culminación lógica de un viaje, como si cada vivencia con esta historia me hubiera conducido directamente a este instante.

El momento en que vi a Cynthia Erivo en la pantalla, percibí una fuerza indomable, una voz que conmueve hasta lo más hondo del ser, una presencia que no solo ocupa un espacio, sino que lo desborda por completo. Saber que ella entonará “No Good Deed” en la gran pantalla me llena de una profunda expectación, confirmando que es la elección ideal para Elphaba.

Y en cuanto a Ariana Grande, mi pulso se acelera. No aparece como una estrella pop surgida de la nada, sino como una seguidora devota que siempre ha profesado un profundo amor por este musical. Se presenta como esa joven que practicaba estas canciones frente al espejo, un reflejo de muchas de nosotras. Que Ariana asuma el rol de Glinda no solo es coherente, sino profundamente poético. Es presenciar cómo alguien que comparte mi fervor por Wicked ve materializado un sueño que parecía inalcanzable.

Presenciar la colaboración entre Cynthia y Ariana trasciende la experiencia cinematográfica. Es ver mi propia travesía con Wicked reflejada a escala monumental. Evoca los recuerdos de Rachel y Kurt, de las noches dedicadas a ver fragmentos de Danna y Ceci, y la profunda impresión que causaron esas armonías etéreas. Es un reencuentro con esa versión de mí misma que necesitaba imperiosamente escuchar que ser diferente no era un defecto.

Wicked me legó la comprensión de que toda historia posee dos facetas, que la otredad no constituye un error y que, en ocasiones, aquello que nos hace sentir ajenos es precisamente lo que nos permite elevarnos. Tras una larga espera, me encuentro plenamente preparada. Lista para revivir la totalidad de esas emociones, guiada por una influencia que ha marcado mi vida de manera positiva.

OdL

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