Aunque se ha debatido mucho sobre cuál ha sido el período más sombrío de la trayectoria de la humanidad, investigaciones recientes de académicos y expertos apuntan de manera sorprendente al año 536 d. C. como el inicio de la fase más difícil. Este cambio drástico no se debió a conflictos bélicos o al colapso de sociedades, sino a un evento natural catastrófico que sumió al mundo en la oscuridad.

El origen de esta calamidad fue una explosión volcánica de gran magnitud en Islandia, que provocó una espesa capa de niebla cubriendo Europa, Oriente Próximo y parte de Asia. Este fenómeno persistió durante 18 años de penumbra, durante los cuales, según el historiador bizantino Procopio, la luz solar apenas se comparaba con la de la luna. Las temperaturas descendieron drásticamente, los veranos casi desaparecieron, marcando así la década más fría de los últimos 2300 años.

LAS CONDICIONES CLIMÁTICAS EXTREMAS POSTERIORES A LA ERUPCIÓN
La situación se agravó debido a la persistencia de un clima adverso y la pérdida de cosechas, a lo que se sumaron sucesivas erupciones volcánicas en la misma zona durante los años 540 y 547. Para empeorar las cosas, en 542, la peste bubónica azotó a poblaciones ya diezmadas por la escasez de alimentos y el frío extremo en el Imperio Bizantino. La combinación de catástrofes naturales y enfermedades resultó en la muerte de millones de personas, estimándose entre el 13 y 26% de la población del siglo VI, y provocó un período de estancamiento económico en Europa que se extendió por tres décadas.
Durante siglos, el punto de origen preciso de esa vasta nube que oscureció el planeta fue un misterio. Fue solo a través del análisis de muestras de hielo del glaciar Colle Gnifetti en los Alpes suizos que los científicos lograron identificar contaminantes atmosféricos correspondientes al año 536 d. C. Estas muestras, que abarcan los últimos 2000 años, confirmaron que la erupción causante tuvo lugar en Islandia, desmintiendo la creencia previa de que había ocurrido en California.
La evidencia recopilada también indicó que la recuperación comenzó a notarse alrededor del año 575, evidenciada por un aumento en las partículas de plomo en el ambiente. Esto sugiere que Europa reanudó sus actividades de fundición de plata para la fabricación de monedas, un claro signo de reactivación económica. Actualmente, los investigadores están examinando otros depósitos volcánicos en lagos de Europa e Islandia para comprender las razones de la extrema virulencia de aquella erupción. Un enigma histórico que, al resolverse, revela por qué el año 536 quedó grabado como el peor de todos.

