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¿Conoces la verdadera naturaleza y las implicaciones del dolor de crecimiento en tus hijos?

IOSEPHUS
9 Lectura mins.

Aunque comúnmente se usa esta expresión, no refleja con exactitud el origen de esta molestia ni tiene que ver con el desarrollo físico infantil.

Este fenómeno, lejos de ser un problema ligado al crecimiento físico, es un síndrome benigno caracterizado por dolor. Se estima que afecta a uno de cada cinco niños y, por lo general, desaparece con el tiempo sin dejar consecuencias, según afirma el Dr. Alfonso Migoya Nuño, experto en ortopedia y traumatología pediátrica del Centro Médico ABC.

Estos episodios pueden generar preocupación en los padres, especialmente si el dolor es recurrente y hace pensar que algo no funciona correctamente. Sin embargo, entender su naturaleza, reconocer las señales de alerta y saber cómo apoyar al niño o niña marca una gran diferencia.

¿Qué son realmente estos “dolores de crecimiento”?

Contrario a lo que su nombre sugiere, los dolores de crecimiento no se relacionan directamente con el crecimiento óseo o muscular.

El Dr. Migoya explica que se trata de un síndrome doloroso benigno y autolimitado, sin una causa única o específica. Es una condición multifactorial e idiopática, lo que significa que su origen exacto aún no es conocido por la medicina, si bien se han identificado varios factores de riesgo.

Entre los factores más relevantes se encuentran:

  • Herencia: La probabilidad aumenta si los padres también experimentaron estos dolores.
  • Hiperlaxitud ligamentaria: Mayor movilidad articular que exige un mayor esfuerzo muscular, lo que puede llevar a fatiga.
  • Salud ósea: Se ha observado una relación con la deficiencia de vitamina D o una baja densidad mineral ósea.
  • Género femenino: Las niñas, al ser naturalmente más elásticas, presentan una leve mayor propensión.

Tendencia a la hiperactividad: Los niños muy activos físicamente pueden experimentar más episodios al agotar sus músculos con mayor facilidad.

Además, estos episodios suelen manifestarse entre los tres y los 12 años, siendo más frecuentes entre los cinco y nueve años.

Es crucial comprender que estos dolores no están vinculados directamente con los “estirones” o el rápido desarrollo físico. Por ello, la denominación resulta imprecisa, ya que el dolor no se produce por el acto de crecer, sino por otras razones que continúan bajo investigación.

También es importante destacar que estos dolores suelen presentarse en periodos o picos, no de forma continua. Pueden durar algunas semanas, desaparecer por meses y luego reaparecer.

Con frecuencia, esto coincide con momentos de mayor actividad física, como el inicio de un nuevo deporte o la participación en un campamento.

Cómo diferenciar un dolor de crecimiento de otros tipos de dolor

La característica más distintiva de este síndrome es su patrón nocturno y bilateral, según señala el Dr. Migoya. Esto implica que los niños, generalmente sanos y sin lesiones previas, experimentan dolor en ambas piernas, principalmente al final del día o durante la noche.

El dolor suele durar entre dos y tres horas, y el niño refiere que no puede localizarlo en un punto específico. Es importante destacar que los dolores de crecimiento nunca afectan las articulaciones; aunque los niños pueden quejarse de que “les duelen las piernas enteras”, al día siguiente se levantan bien y retoman sus actividades normales.

Este detalle es fundamental, ya que el dolor de crecimiento no limita las actividades diarias, no impide caminar o correr y desaparece por sí solo sin dejar secuelas.

Sin embargo, para los padres, puede ser difícil distinguir entre esta condición benigna y una que requiera atención médica. Por este motivo, el Dr. Migoya subraya que los dolores de crecimiento son un diagnóstico de exclusión, confirmado solo después de descartar otras posibles causas.

Los padres deben estar atentos a las denominadas “banderas rojas” o señales de alarma que justifiquen una consulta con el pediatra u ortopedista:

  • Dolor localizado en una sola pierna o en las articulaciones.
  • Presencia de fiebre, hinchazón, enrojecimiento o aumento de temperatura en la zona afectada o en el niño.
  • Dolor que persiste por más de cuatro horas.
  • Molestias que se manifiestan durante el día.
  • Dolor o molestias que interfieren con la actividad normal del niño.
  • Dolor que restringe el juego o la movilidad del niño.
  • Cojera (“claudicación”) durante el día.

Si se presenta uno o más de estos síntomas, es crucial consultar al pediatra, ya que podrían indicar una condición diferente, desde una infección hasta una inflamación articular o un problema ortopédico específico.

Pero en ausencia de todos estos signos, y cuando el dolor cumple las características de ser bilateral, exclusivamente nocturno y sin inflamación ni fiebre, puede ser clasificado como un síndrome benigno de dolor de crecimiento.

¿Qué hacer cuando un niño presenta dolor de crecimiento?

El Dr. Migoya sugiere que el primer paso es tranquilizar a los padres, informándoles que no se trata de una enfermedad grave, que no dejará secuelas ni afectará el crecimiento o desarrollo del niño. Esto es fundamental.

Dado que no hay una causa específica, tampoco se requieren medicamentos específicos. La atención se centra en cuidados sencillos y acompañamiento. Es importante explicar a los padres que existen factores modificables y otros que no lo son.

Un ejemplo de factor modificable es la suplementación de vitamina D bajo supervisión médica o la exposición solar controlada. Por otro lado, la hiperlaxitud natural o la fatiga muscular no se pueden modificar completamente, pero sí se pueden manejar con medidas como descanso, masajes o el uso de compresas. Sin embargo, cada caso debe ser evaluado individualmente, primero para confirmar la presencia de dolores de crecimiento y luego para identificar la causa.

En ocasiones, el médico puede recomendar estiramientos suaves antes de dormir, especialmente en niños muy activos o deportistas.

El dolor puede aparecer de forma súbita, incluso después de semanas sin molestias. Lo más común es observar patrones intermitentes, con varios días de dolor seguidos de periodos sin dolor de semanas o meses. Esto no indica una recaída ni un empeoramiento, sino que es parte natural del síndrome.

Al no existir una causa exclusiva comprobada para su desarrollo, tampoco hay una forma probada de prevenir los dolores de crecimiento. Sin embargo, mantener hábitos saludables como una buena alimentación, ejercicio moderado y una adecuada exposición solar contribuyen al bienestar general del niño o niña.

El apoyo emocional de los padres es tan importante como el manejo físico, señala el Dr. Migoya. Para ello, los padres deben escuchar y observar a sus hijos, pero sin sobreprotegerlos ni fomentar conductas que puedan generar “ganancias secundarias”, es decir, que el niño aprenda a exagerar o simular el dolor para obtener atención o beneficios.

Aunque los episodios de “dolores de crecimiento” pueden ser molestos, son una condición que no deja secuelas en los niños, no afecta la estructura musculoesquelética ni interfiere con su desarrollo motor o social.

Con paciencia, comprensión y las recomendaciones adecuadas, estos episodios desaparecerán con el tiempo.

En el servicio de Ortopedia Infantil del Centro Médico ABC, contamos con el personal y equipamiento necesarios para atender el desarrollo infantil, desde dolores de crecimiento hasta cualquier otra condición relacionada con padecimientos ortopédicos.

MMV

OdL

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