En el pintoresco poblado de Naolinco, Veracruz, reconocido por su encanto de Pueblo Mágico, las noches del 1 y 2 de noviembre adquieren un carácter especial, transformándose en un umbral sagrado abierto por las voces de sus residentes. Más allá de la conmemoración habitual del Día de Muertos, se celebra “La Cantada”, una costumbre ancestral profundamente arraigada que, según Giovanni Barradas, un habitante con dos décadas de participación, representa la esencia misma de la comunidad.
Esta práctica se remonta a tiempos inmemoriales, y sus orígenes, como él las conecta, se encuentran en los cantos de los primeros misioneros que, a través de la música, buscaban honrar la memoria de los seres queridos fallecidos.
La idea fundamental es sencilla pero cargada de misticismo: se cree que los difuntos reciben autorización para visitarnos, y los vivos aguardan su llegada para compartir, aunque sea por breves momentos, alimentos y, de manera primordial, melodías.
El protocolo comienza a las ocho de la noche en el cementerio, momento en el cual se solicita permiso a las almas. Las interpretaciones musicales se inician en la capilla central y posteriormente se extienden a los sepulcros familiares. Sin embargo, la velada es prolongada. La Cantada continúa hasta el amanecer, recorriendo las callejuelas empedradas.
Los conjuntos musicales se presentan de domicilio en domicilio, siempre y cuando las moradas abran sus accesos, ya que el propósito es honrarlos y recordarlos en los altares que se preparan en los hogares.
Si bien la mayoría de los asistentes provienen de Xalapa, la afluencia de miles de personas, incluyendo visitantes de otros países, demuestra la trascendencia de esta festividad. Para los habitantes de Naolinco, La Cantada es una manifestación palpable de su identidad, comparable en importancia a su otra renombrada tradición: la confección de artículos de piel, con su reconocida producción de calzado, chaquetas y diversos complementos.
“Vengan, cántenle, conozcan sus orígenes y adquieran los productos de Naolinco”, invitan sus pobladores, quienes perpetúan el aura mística y el legado de este Pueblo Mágico veracruzano, situado a escasos 34 kilómetros de la ciudad de Xalapa.
