Un relato proveniente de Australia ha captado la atención global. Se trata de una joven de 25 años que ha solicitado el derecho a la muerte asistida, argumentando que sufre de una enfermedad terminal y que su vida actual se reduce a una existencia sin vivir plenamente.
La protagonista de esta historia es Annaliese Holland, residente de Australia Meridional, cuya salud ha sido frágil desde la infancia. Ha pasado una parte considerable de su vida hospitalizada y, durante la última década, ha dependido de la nutrición parenteral total (NPT), es decir, recibe su alimentación a través de vías intravenosas.
La condición médica de Annaliese Holland que la lleva a solicitar la eutanasia
Según el medio News AU, la joven australiana no recibió un diagnóstico definitivo hasta que alcanzó la mayoría de edad, coincidiendo con su transición de cuidados pediátricos a un hospital para adultos. Antes de eso, sufría de dolores constantes, malestar y vómitos. Finalmente, los facultativos diagnosticaron un caso avanzado de Ganglionopatía Autonómica Autoinmune (GAA), una dolencia de pronóstico fatal.

Un vistazo a la Ganglionopatía Autonómica Autoinmune (GAA)
La Cleveland Clinic define esta afección que padece Annaliese Holland como una forma poco habitual de neuropatía autonómica. En ella, el sistema inmunitario ataca al sistema nervioso autónomo, responsable de regular funciones involuntarias del organismo como el ritmo cardíaco, la presión arterial y los procesos digestivos.
“Mi sistema digestivo funciona como si estuviera obstruido, pero no hay ninguna obstrucción física. Simplemente los nervios no responden, lo que provoca, por desagradable que suene, una acumulación de heces tan grande que las expulso o se vacían solas”, relató la joven.
Como consecuencia, Annaliese Holland experimenta insuficiencia de múltiples órganos y ha superado episodios de sepsis en 25 ocasiones. La sepsis se produce cuando el sistema inmunitario tiene una reacción adversa severa a una infección, desencadenando una inflamación generalizada en el cuerpo, a pesar de lo cual su condición física continúa deteriorándose.
“Me instalaron sondas para alimentarme, pero seguía vomitando. Más tarde, descubrimos que mi estómago no se vaciaba correctamente, así que me iniciaron con la NPT. Dado que la vía de administración va directamente a la circulación sanguínea, una infección puede degenerar rápidamente en sepsis, lo cual es extremadamente arriesgado”.
Annaliese Holland defiende la muerte asistida como un acto de fortaleza, no de rendición
Al compartir su testimonio, Annaliese Holland manifestó haber llegado a su límite: “ya no estoy viviendo” y por eso anhela la muerte asistida. Agradeció el apoyo de su equipo médico y de enfermería, pero afirmó que prefiere tener la potestad de decidir el momento de su partida, una decisión que sus allegados y los profesionales sanitarios conocen.
“No hay cura, así que hay que aceptarlo. Aunque hay momentos de belleza en mi día a día, estos son agotadores y se sienten eternos. Sufro un dolor crónico que me debilita”, confesó la joven. “En mi situación, no quiero enfrentar cada despertar con la angustia del dolor que sé que me espera. El tormento de morir de inanición cuando ya no puedan alimentarme, o el terror de la sepsis. Saber que puedo irme cuando llegue el momento me brinda una profunda tranquilidad.”
Asimismo, Annaliese Holland expresó sentirse afortunada no solo por tener la opción de la muerte asistida, sino que la considera “una de las acciones más valientes que uno puede emprender”. Subrayó que “no es darse por vencido”, sino reconocer que “ya se ha luchado suficiente y se ha dado todo”.
La muerte asistida es una práctica legal en todos los territorios australianos para adultos que padecen enfermedades terminales y poseen plena capacidad mental, permitiendo a la joven solicitarla cuando ella estime oportuno.

