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Atrayendo rivales y aliados a su reposo: ¿quiénes yace en el Monumento a la Revolución?

IOSEPHUS
14 Lectura mins.

En el barrio de Tabacalera, adyacente al Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentra una estructura que nació de una visión truncada. El joven arquitecto francés Émile Bénard concibió, en las vastas extensiones que hoy conforman esta zona, un imponente palacio legislativo, uno de los más grandes y suntuosos del mundo.

Porfirio Díaz aspiraba a albergar en un solo recinto a las cámaras de diputados y senadores. Por ello, en 1897, lanzó un concurso para este proyecto. Participaron arquitectos de renombre, como Adamo Boari, quien, a pesar de no ganar, años después daría inicio a la construcción del Palacio de Bellas Artes. El encargo del palacio legislativo recayó en Émile Bénard, y los trabajos de cimentación comenzaron a finales de septiembre de 1910.

Díaz tuvo la oportunidad de colocar la primera piedra, sin prever que, tan solo unas semanas después, el 20 de noviembre, estallaría un levantamiento armado que lo conduciría al exilio y reconfiguraría el país. La escasa edificación completada del proyecto legislativo se transformaría en un emblema de la reinvención nacional: el Monumento a la Revolución.

A lo largo del conflicto armado, la masiva estructura de acero, destinada a ser el esqueleto del palacio legislativo ideado por Díaz y diseñado por Émile Bénard, adquirió un nuevo propósito: erigirse como un monumento que rindiera homenaje a los ideales de la Revolución y servir como mausoleo para algunos de sus protagonistas. En una irónica convergencia, reflejo de los orígenes del propio monumento, amigos y enemigos yacen ahora juntos, separados apenas por metros, bajo sus columnas.


¿Qué revolucionarios descansan en el mausoleo?

El proyecto de Palacio Legislativo concebido por Adamo Boari nunca llegó a materializarse. El ocaso de la era porfiriana marcó también el fin de esa iniciativa, dejando una mole de acero de miles de toneladas en medio de un vasto terreno cercano al Paseo de la Reforma. Fueron los gobiernos posrevolucionarios quienes ofrecieron la posibilidad de reutilizar la estructura. Según la historiadora Bertha Hernández, la primera utilización fue durante la administración de Álvaro Obregón, quien empleó parte de la obra en la conmemoración del centenario de la consumación de la Independencia. También se realizaron allí algunas de las primeras transmisiones radiofónicas en México. Sin embargo, fue bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas cuando el edificio comenzó a adquirir una función más definida.

Unos años antes de que Cárdenas asumiera la presidencia, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia presentó al entonces presidente Abelardo L. Rodríguez una propuesta para reinterpretar el proyecto inacabado del palacio legislativo. Su idea era aprovechar parte de la estructura para crear un monumento que celebrara la gesta revolucionaria. Utilizando materiales autóctonos como la cantera chiluca, la piedra volcánica oscura y el cobre para la cúpula, Santacilia revistió el esqueleto de acero, importado de Estados Unidos, adoptando un estilo Art Decó que reemplazó el Neoclásico originalmente previsto para la sede del poder legislativo.

La construcción del Monumento a la Revolución concluyó en 1938, ya bajo el mandato de Lázaro Cárdenas, cuyo gobierno dispuso que sirviera como mausoleo para albergar los restos de figuras clave que personificaran los ideales revolucionarios. No obstante, no todas las personalidades prominentes del movimiento revolucionario reposan allí. La llegada de los restos de los personajes históricos que hoy se encuentran en el monumento no ocurrió de manera simultánea, ni siguió un orden cronológico estricto según la etapa de la Revolución que cada uno protagonizó. Las decisiones que motivaron su traslado se basaron en criterios diversos, lo que, paradójicamente, ha llevado a que amigos y adversarios compartan en la muerte el espacio que en vida difícilmente hubieran compartido.

“Resulta muy interesante observar el proceso por el cual estos personajes llegan al Monumento y quién autoriza su traslado, ya que esto revela, por un lado, la construcción de instituciones; segundo, la edificación de una ideología revolucionaria al estilo del PRI; y tercero, como ajustes finales de cuentas una vez que las animosidades más fuertes han pasado”, expone la historiadora.


Venustiano Carranza

Los primeros restos de un héroe revolucionario en ser depositados en el nuevo Monumento a la Revolución fueron los de Venustiano Carranza. Tras su asesinato en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920, Carranza fue inhumado en el Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México, donde permaneció durante veinte años.

“Aunque Cárdenas impulsó la idea de que Carranza fuera el primer habitante de este mausoleo, por diversas circunstancias, quizás por estar más ocupado o inmerso en eventos como la expropiación petrolera, esto no fue una prioridad. Fue hasta 1941, en un contexto también peculiar, cuando Manuel Ávila Camacho dispuso el traslado de los restos de don Venustiano. Fueron exhumados del Panteón de Dolores, se les rindieron honores en el Senado de la República y posteriormente fueron inhumados en el Monumento a la Revolución. Él fue el primero, y tardaría un tiempo considerable antes de que algún otro de los actuales ocupantes llegara allí”, detalla Bertha Hernández.


Francisco I. Madero

El asesinato de Francisco I. Madero en las cercanías de la cárcel de Lecumberri, hoy sede del Archivo General de la Nación (AGN), el 22 de febrero de 1913, marcó el fin de la Decena Trágica, que había iniciado el día 9 del mismo mes con el objetivo de derrocar al gobierno maderista. En medio de la efervescencia política y social, su esposa, Sara Pérez de Madero, logró recuperar el cuerpo de su marido. En condiciones de extrema precariedad debido a la persecución que sufría la familia, apenas consiguió darle sepultura en el Panteón Francés de la Piedad. Tuvieron que transcurrir casi cinco décadas para que Madero recibiera un funeral acorde a su relevancia en la Revolución Mexicana. Como señala Bertha Hernández, la fecha del 20 de noviembre adquirió un carácter simbólico a partir del Plan de San Luis, proclamado por Madero para levantarse en armas contra Porfirio Díaz.

Los restos de Madero fueron trasladados al Monumento a la Revolución en 1960, conmemorando el 50 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Fueron exhumados el 19 de noviembre de ese año y colocados en una urna. Pasaron la noche en la Cámara de Diputados, custodiados por alumnos del Colegio Militar, evocando el acompañamiento que estos mismos estudiantes le brindaron al dirigirse al Palacio Nacional en febrero de 1913. Posteriormente, se le rindió homenaje en el Senado de la República y luego sus restos fueron llevados al Monumento a la Revolución.

“Y nuevamente es un gesto de conciliación, de recapitulación histórica, sumamente interesante. El encargado de depositar los restos en esa cripta es el presidente Adolfo López Mateos. Ese es el gran momento de esas conmemoraciones. Pero Adolfo López Mateos no está solo; lo acompañan nuevamente todos los presidentes vivos. Calles ya no está, pero sí Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Ruiz Cortínez. Y ellos, flanqueando a López Mateos, montan guardia ante los restos de Madero. Luego, las crónicas relatan que, visiblemente conmovido, López Mateos toma la urna y la deposita”, detalla la historiadora.


Plutarco Elías Calles

En 1919, Calles fungió como ministro de Industria, Comercio y Trabajo bajo el gobierno de Venustiano Carranza. Sin embargo, en enero de 1920, renunció a su cargo para unirse a la campaña presidencial de Álvaro Obregón, con quien Carranza mantenía discrepancias políticas. Pocos meses después, en abril, el llamado “grupo de los sonorenses”, integrado por Obregón, Calles y Adolfo de la Huerta, proclamó el Plan de Agua Prieta para desconocer al gobierno de Carranza, quien fue asesinado en mayo del mismo año.

Posteriormente, en 1924, Plutarco Elías Calles fue electo Presidente de la República, cargo que ocupó hasta 1928. En 1936, Lázaro Cárdenas, ya como presidente, ordenó el exilio de Calles a Estados Unidos. En ese momento, Calles padecía una dolencia vesicular; permaneció en el exilio hasta 1941, cuando el presidente Manuel Ávila Camacho lo invitó a regresar a México, donde vivió sus últimos 5 años de vida. Falleció el 19 de octubre de 1945 y sus restos fueron sepultados en el Panteón Civil de Dolores de la Ciudad de México. En 1969, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz ordenó el traslado de los restos de Plutarco Elías Calles al Monumento a la Revolución.

“¿Qué se le está reconociendo? Se le está reconociendo como el fundador de una estructura política que ha impedido que continúen los enfrentamientos armados, que la Revolución haya dejado las armas para empezar a construir instituciones. Eso es lo que se reconoce a Calles”, señala Bertha Hernández.


 

Lázaro Cárdenas

El presidente que decretó que el Monumento a la Revolución se convirtiera en mausoleo para los héroes revolucionarios falleció debido a una insuficiencia hepática en la Ciudad de México, el 19 de octubre de 1970, exactamente 25 años después de su importante adversario político, Plutarco Elías Calles, con quien terminaría compartiendo el mismo espacio en el mausoleo.

“En todos estos casos, el Ejecutivo presenta una iniciativa a la Cámara de Diputados proponiendo la exhumación del personaje y su inhumación en el monumento. Y siempre son iniciativas aprobadas casi por unanimidad, pues se valida la idea, heredada del siglo XIX, del sepulcro de honor para quienes defienden la patria, lo cual no solo implica un sacrificio en el campo de batalla, sino también la construcción de una nación. Por lo tanto, don Lázaro ingresó rápidamente al Monumento a la Revolución. Falleció un 19 de octubre, y el 21 por la mañana, la iniciativa llegó a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores. Se votó con una celeridad asombrosa, y se procedió a inhumar a don Lázaro. Podríamos pensar que ahí concluye la cuestión. Pero el gran pendiente es Villa”, comenta Bertha Hernández.


Francisco ‘Pancho’ Villa

Al revisar la lista de los personajes que reposan en el Monumento a la Revolución, surge la interrogante sobre la ausencia de los restos de Emiliano Zapata, mientras que sí se encuentran los de Francisco “Pancho” Villa. A pesar de ser dos de las figuras más célebres de la gesta revolucionaria, la historiadora explica que Villa contó con un factor que Zapata no, el cual fue crucial para la decisión de trasladar sus restos al Monumento a la Revolución: un defensor en el Senado de la República, el escritor Martín Luis Guzmán.

“Don Martín dirige su revista Tiempo, está a cargo de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito y es senador de la República. Desde su posición en el Senado, comienza a defender y promover la relevancia de Villa, siendo uno de los impulsores de la idea de trasladar los restos de Villa desde Parral, donde estaba enterrado, para depositarlos en el Monumento a la Revolución”.

Fue a finales de 1976 cuando un decreto presidencial de Luis Echeverría ordenó la exhumación de los restos del Centauro del Norte de Parral, Chihuahua, donde había sido sepultado en 1923 tras ser emboscado mientras conducía su automóvil, para ser inhumados en el Monumento a la Revolución. Este es el mismo lugar de descanso de Venustiano Carranza y Plutarco Elías Calles, a quienes combatió. No obstante, sus restos fueron depositados en la misma columna que alberga la urna de Francisco I. Madero, a quien Villa siempre mantuvo lealtad.

“También se les rinden honores militares, se les homenajea en la Cámara de Diputados y luego se trasladan a la cripta. Son criptas separadas, pero él comparte la columna con Madero. En la misma columna donde está Madero, se encuentra Villa”, concluye Bertha Hernández.


 

OdL

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