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Paulina Lavista: Capturando la diversidad del México contemporáneo

IOSEPHUS
6 Lectura mins.

Paulina Lavista, hija de un renombrado compositor y una pintora, se destacó en el ámbito de la fotografía mexicana con una perspectiva innovadora y reflexiva. Su crianza en un ambiente artístico influyó profundamente en su trabajo. A partir de finales de la década de 1960, documentó la vida cultural e intelectual del país, capturando en sus imágenes a figuras literarias, artistas, artistas de cabaré y escenas urbanas, empleando un estilo audaz y profundamente humano.

Durante una conversación con Emiliano Gironella en el programa Que sí Quede Huella transmitido por Heraldo Televisión, Paulina Lavista compartió detalles de su trayectoria, sus relaciones personales y su compromiso inquebrantable con el poder de la imagen como guardiana de la memoria.

Reveló que sus estudios iniciales en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) la prepararon como productora de cine, participando en proyectos significativos como la película oficial de los Juegos Olímpicos de 1968, donde dirigió a más de 70 operadores de cámara.

Tuve la responsabilidad de todos los negativos y gestioné a 35 camarógrafos británicos y 35 mexicanos, a la edad de 22 años”, rememoró.

Según Lavista, esa experiencia le otorgó “la fortaleza del conocimiento” y una sólida ética laboral que guiaría su carrera. Fue en ese momento que adquirió su primera cámara, una Nikon, y se dio cuenta de que la fotografía sería su vocación: “Desde que tuve la cámara, me sentí libre. Y entonces dejé el cine”.


La Pionera de la Fotografía

Su conexión con el escritor Salvador Elizondo marcó un punto de inflexión en su vida. Tras un vínculo que evolucionó desde la admiración juvenil hasta un amor maduro, Lavista y Elizondo se convirtieron en una de las parejas más notables del ámbito cultural mexicano. “Un día me llamó y me dijo: quiero que seas mi chamaca. Y nunca nos separamos”, contó con afecto. Su relación trascendió lo personal para convertirse en una colaboración intelectual y creativa.

“Salvador fue crucial para mí; sin él, no habría podido capturar el mundo que me ha tocado vivir”, afirmó. Juntos, exploraron la intersección entre la palabra y la imagen, entre la escritura y la luz. “Recorríamos la ciudad en busca de ventanas, momentos, luces. Él escribía y yo fotografiaba. Era una simbiosis perfecta”.

Paulina Lavista se estableció como una figura central en la escena artística de los años setenta, una época en la que la fotografía comenzaba a ser reconocida como forma de arte en México. “En 1970 expuse en Bellas Artes, y por primera vez se abrió la puerta a una joven fotógrafa. Entonces empezó a considerarse la fotografía como una pieza de museo”, recordó.

Compartió época con Graciela Iturbide, Lola Álvarez Bravo y Kati Horna, a quienes considera vanguardistas: “Lola fue como yo: hacía retratos, reportajes, y le tocó abrir camino cuando la fotografía aún no era considerada arte”.

Retratando a las “Bellas y Audaces”

Simultáneamente, su trabajo en publicaciones dirigidas a hombres le permitió capturar la imagen de las principales vedettes del cine mexicano, como Lyn May, Sasha Montenegro, Olga Breeskin y la Princesa Yamal, entre otras. Lavista abordó el desnudo desde una perspectiva artística y con gran respeto.

Yo no hacía fotos vulgares, buscaba el arquetipo femenino, la elegancia, la luz natural. Cada mujer tenía un mito propio. Yo las llamo bellas y audaces, porque fueron mujeres que se atrevieron a ser libres en un país conservador”.

Su obra va más allá del mero glamour, constituyendo un testimonio visual del México diverso, donde la alta cultura de figuras como Octavio Paz o Juan Rulfo coexistía con el teatro de revista y la vida nocturna. Lavista, consciente de su rol como documentalista, ha dedicado las últimas dos décadas a preservar la memoria de Elizondo, fallecido en 2006.

Él publicó 14 libros en vida, y yo llevo 14 más póstumos. No he publicado ninguno mío. Estos 20 años los he dedicado a Salvador”, confesó.

Además, ha organizado los 84 volúmenes de diarios que Elizondo escribió desde los 11 años. “Ningún escritor en México ha hecho una obra diarística tan extensa”, destacó.

Con ochenta años, Paulina Lavista reflexiona sobre el futuro de la imagen. Advierte que la fotografía digital, a pesar de su inmediatez, podría carecer de la durabilidad del negativo analógico. “Los negativos bien conservados duran para siempre. No sé si dentro de 50 años alguien podrá abrir los archivos digitales de hoy”, planteó.

Por ello, insta a no olvidar los principios básicos: “Hay que volver a los fundamentos de composición, a observar con detenimiento. No se trata de capturar miles de veces, sino de reflexionar sobre cada imagen”. 

 

OdL

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