Una comunidad anónima es obsequiada con un objeto interactivo: un juguete sensible que no solo responde, sino que también juzga y selecciona. Su llegada revoluciona la vida de todos los residentes. Repentinamente, surge una lista, y aunque su propósito o criterio de inclusión es un misterio, el deseo de formar parte de ella se vuelve generalizado. Esta es la premisa de “El mar es un pixel”, una producción escrita y dirigida por David Gaitán, cuyo debut está programado para el 9 de octubre en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, como parte de la oferta del Festival CulturaUNAM.
“La trama se desarrolla en una aldea sin ubicación ni época definida, que podría situarse en el siglo XIX o ser plenamente actual. La aparición de este juguete, que sirve como una metáfora de nuestra interacción con la tecnología, desencadena una oleada de admiración y desconfianza colectiva”, comenta la actriz Verónica Bravo, quien forma parte del elenco.
A diferencia de otras representaciones sobre la era digital, “El mar es un pixel” prescinde de pantallas, sensores o dispositivos. En esta obra, el “artilugio” posee forma física, voz y un rostro interpretado por Michelle Betancourt.
“Esto era crucial para nosotros. El juguete exhibe movimientos, sentimientos, hasta temblores. Posee una cualidad profundamente humana, lo que lo hace aún más perturbador, ya que encarna la faceta más deshumanizada de nuestra época: nuestra obsesión por encajar, por proyectar una imagen de perfección, por estar en la lista deseada”, señala Bravo.
La presencia del juguete no solo altera las interacciones dentro de la comunidad, sino que también expone las aspiraciones más profundas de sus miembros: la búsqueda de estatus, el anhelo de ser reconocidos y el temor al ostracismo.
“Es una colectividad que clama por validación. Y el juguete les ofrece precisamente eso… pero también la crítica.”
La obra entrelaza el concepto de honor con las dinámicas algorítmicas, la exhibición pública en línea y el fenómeno de la viralidad. “Partimos de esa necesidad actual de salvaguardar nuestra reputación, de figurar en determinados círculos y evitar otros. Nos inquieta enormemente que nuestra identidad se asocie con algo de valor, ya sea en las redes, en nuestros círculos sociales o en la percepción pública”.
“David buscó recrear lo que en el Siglo de Oro pudo representar escuchar versos medidos pero conocidos. Hoy, esos versos abordan la reputación, la vigilancia o los algoritmos… pero resuenan con nuestra realidad”, añade la actriz.
A pesar de la seriedad de los temas tratados, la obra está “llena de ironía y un humor agudo, donde la risa no sirve para evadir, sino como un vehículo para la catarsis”.
“No es un humor inocente ni superficial. Nos reímos más de lo lamentable que de lo gracioso. Esa risa incómoda nos permite reconocernos, ver reflejados nuestros miedos y nuestras contradicciones”, afirma Bravo.
Y concluye: “Más que impartir lecciones, la intención de David Gaitán es propiciar el diálogo. La obra no busca señalar culpables: anima a la reflexión sobre nuestras propias decisiones en relación con la tecnología y la exposición. Aspiramos a que el público se reconozca en escena, a que se cuestione cuán dispuestos estamos a ceder nuestra privacidad, a emitir juicios apresurados, a moldear nuestras opiniones basándonos en ‘me gusta’ o validaciones externas”.
DETALLES DE LA PRODUCCIÓN
- “El mar es un pixel” se presenta de jueves a domingo hasta el 30 de noviembre en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, como parte del Festival CulturaUNAM.
- El trabajo de David Gaitán ha sido exhibido en Estados Unidos, Alemania, España, Argentina, Uruguay, Colombia, Francia, Singapur y otros países.
- Es autor de más de 30 obras teatrales.
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